25 de abril de 2010

Sueños viejos

“Soñé demasiado, tuve sueños caros con vos (…) aunque dejes de amarme, déjame recordar el perfume aquel que tanto amé”

No recuerdo muy bien como era la situación en ese momento, tampoco mi estado... Solo lo recuerdo diciéndome que me calmara, abrazándome.
-Gracias, le dije. Sorprendido me preguntó porque le agradecía.
-Por cuidarme, por quedarte acá conmigo, que se yo… ¿Por qué siento que nadie me podría cuidar como vos lo haces?
Me respondió con simpleza y sinceridad, me habló como solo él me hablaría, sólo él se expresaría de esa manera conmigo.
-Es muy simple amor, porque nadie te quiere como yo. Y tenía razón. Le sonreí.

Me dio la mano y en silencio empezamos a caminar, creo yo que sin rumbo. Sé que muy adentro mío tenía ganas de besarlo, de amarlo. No sé porque no lo hice.
Me dijo que le gustaría ver el amanecer en la playa. A mi me daba igual la playa, la montaña, la luna. Estaba con él. Así que caminamos hasta la playa, cuando llegamos era casi de día. El sol era el más brillante que jamás había visto en mi vida, el mar estaba un poco calmo para mi gusto, la arena un tanto húmeda, pero estaba bien. Todo estaba bien. Nada podía arruinar ese momento, ni nadie. Me hubiese gustado que el mundo se parara en ese instante, cuando nos recostamos en la arena húmeda; hablamos muchísimo y nos quisimos más que demasiado. O tal vez, yo lo quise más que demasiado, el tan solo me quiso. Y aunque estoy acostumbrada a querer más de lo que me quieren, me duele, si. Pero hoy no me lastima tanto, no me duele tan adentro como antes. Solo me pincha de vez en cuando y me recuerda que aún no se fue del todo de mí, que nada ni nadie ocupará su lugar.